Evangelio Diario

Evangelio del 14 de mayo del 2025 según san Juan 15, 9-17

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 15-17. 20-26

 

En aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos (había reunidas unas ciento veinte personas) y dijo:
«Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por boca de David, había predicho, en la Escritura, acerca de Judas, el que hizo de guía de los que arrestaron a Jesús, pues era de nuestro grupo y le cupo en suerte compartir este ministerio.

Y es que en el libro de los Salmos está escrito: «Que su morada quede desierta, y que nadie habite en ella», y también: «Que su cargo lo ocupe otro».

Es necesario, por tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en que convivió con nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrección».

Propusieron dos: José, llamado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y rezando, dijeron:
«Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado, del que ha prevaricado Judas para marcharse a su propio puesto».

Les repartieron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles.

 

Salmo de hoy

Salmo 112, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 R/. El Señor lo sentó con los príncipes de su pueblo

 

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.

De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R/.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?. R/.

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-17

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento:
que os améis unos a otros como yo os he amado.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.

De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.

Esto os mando: que os améis unos a otros».

Reflexión

“Ya no los llamo siervos… los llamo amigos”

Este pasaje, que muchos recitan con ternura, es en realidad una bomba que dinamita los cimientos del cristianismo superficial. Jesús no está hablando de un amor romántico ni de dulzura sentimental. Está hablando de amor exigente, activo, comprometido y valiente. Un amor que da la vida, no que reparte likes religiosos ni frases bonitas de domingo.

Jesús dice: “Permanezcan en mi amor”. Y de inmediato aclara: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor”. Aquí no hay espacio para la hipocresía cómoda. No se trata de rezar mucho o asistir a misa con cara de santidad. Se trata de vivir lo que se predica. De poner en práctica el mandamiento mayor: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado.»

Pero amar como Él amó significa salirse del molde, incomodarse, perder el miedo al qué dirán, defender al olvidado y, si hace falta, desobedecer estructuras religiosas cuando estas contradicen el Evangelio. ¿Cuántos cristianos de hoy pueden decir que están dispuestos a dar la vida por sus hermanos? ¿Cuántos eligen callar ante la injusticia por miedo o por conveniencia, mientras aplauden a Jesús desde la banca?

Además, Jesús deja claro que nos eligió para dar fruto. Y no cualquier fruto: fruto que permanezca. No bastan los gestos vacíos, los títulos eclesiales, ni las devociones maquilladas de ego. Él quiere obras concretas: justicia, compasión, verdad, coherencia.
Pero muchos hoy dan frutos de indiferencia, de elitismo espiritual, de fariseísmo moderno. Se creen amigos de Jesús mientras desprecian a los pequeños, cierran los ojos ante el sufrimiento y actúan como patrones de una Iglesia que no les pertenece.

Esta lectura no es para decorarla:
Es para revisarnos, rasgarnos el alma si es necesario, y preguntarnos:
¿Somos amigos de Jesús… o solo simpatizantes silenciosos?

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