Evangelio del 4 de junio del 2025 según san Juan 17, 11b-19

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 20, 28-38
En aquellos días, dijo Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso:
«Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo.
Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso de entre vosotros mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por eso, estad alerta: acordaos de que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular.
Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para construiros y haceros partícipes de la herencia con todos los santificados. De ninguno he codiciado dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han bastado para cubrir mis necesidades y las de los que están conmigo. Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Hay más dicha en dar que en recibir”».
Cuando terminó de hablar, se puso de rodillas y oró con todos ellos. Entonces todos comenzaron a llorar y, echándose al cuello de Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba de lo que había dicho era que, no volverían a ver su rostro. Y lo acompañaron hasta la nave.
Salmo de hoy
Salmo 67, 29-30. 33-35a. 35bc y 36d R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Oh, Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh, Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo. R/.
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor, tocad para Dios,
que avanza por los cielos, los cielos antiquísimos;
que lanza su voz, su voz poderosa.
«Reconoced el poder de Dios». R/.
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
¡Dios sea bendito! R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 11b-19
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.
Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
Reflexión
Este fragmento es parte de la llamada Oración Sacerdotal de Jesús. Ya no habla a las multitudes ni enseña parábolas; habla directamente al Padre, con el corazón abierto, consciente de que su hora está cerca. Y lo que pide no es para sí, sino por aquellos que deja en medio del mundo.
“Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado.” No ruega que sean sacados del mundo, sino que sean protegidos dentro de él. Jesús no quiere discípulos aislados en burbujas espirituales, sino presentes, comprometidos, firmes en la verdad.
Es una súplica que incomoda a quienes buscan un cristianismo cómodo, sin conflictos ni tensiones. Jesús advierte: “el mundo los ha odiado, porque no son del mundo.” Aquí no hay promesas de aceptación ni popularidad. Hay una elección clara: o se camina con la verdad, aunque duela, o se diluye la fe para agradar a todos.
Y añade una petición profunda: “Conságralos en la verdad: tu palabra es la verdad.” No basta con ser buena gente o tener buenas intenciones. La consagración viene de asumir la Palabra con radicalidad, aunque eso implique rechazo, soledad o persecución. Porque el mundo no odia a los tibios; el mundo odia a los que se atreven a vivir sin máscaras.
Esta lectura es un llamado urgente a revisar de qué lado estamos. ¿Vivimos como consagrados en la verdad o hemos pactado con la mediocridad disfrazada de prudencia? ¿Somos luz en medio del mundo o simplemente una sombra más? Jesús no ruega por apariencias ni por números, ruega por autenticidad. Y esa autenticidad, hoy más que nunca, es escandalosamente necesaria.