Una pausa de fe

La pereza que se disfraza de cansancio

Es verdad que el cuerpo se cansa. Pero también es cierto que muchas veces usamos ese cansancio como excusa. Decimos que “ya estamos muy mayores” para evitar participar, para no ayudar, para evadir responsabilidades. La edad trae límites, sí, pero no siempre es el cuerpo lo que se agota: es la voluntad. Es la fe que ya no se ejercita. Es la comodidad que poco a poco se convirtió en norma.

El alma también necesita movimiento. Hay quienes, con más años y más dolencias, hacen más que muchos jóvenes. Porque la entrega no se mide por energía, sino por amor.

Pausa de fe:  No se trata de hacer grandes obras, sino de no dejar de hacer lo que aún podemos. El saludo que evitamos, el llamado que no devolvemos, el compromiso que posponemos por puro desgano, son pequeñas oportunidades que vamos dejando morir. Y el Evangelio no se vive desde el sofá: se camina, se levanta, se da.

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *