Evangelio Diario

Evangelio del 19 de junio del 2025 según san Mateo 6, 7-15

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,1-11:

 

Hermanos:

¡Ojalá me toleraseis algo de locura! aunque ya sé que me la toleráis.

Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; pues os he desposado con un solo marido, para presentaros a Cristo como una virgen casta.

Pero me temo que, lo mismo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes, apartándose de la sinceridad y de la pureza debida a Cristo.

Pues, si se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que os he predicado, u os propone recibir un espíritu diferente del que recibisteis, o aceptar un Evangelio diferente del que aceptasteis, 1o toleráis tan tranquilos.

No me creo en nada inferior a esos superapóstoles.

En efecto, aunque en el hablar soy inculto, no lo soy en el saber; que en todo y en presencia de todos os lo hemos demostrado.

¿O hice mal en abajarme para elevaros a vosotros, anunciando de balde el Evangelio de Dios?

Para estar a vuestro servicio tuve que despojar a otras comunidades, recibiendo de ellas un subsidio. Mientras estuve con vosotros, no me aproveché de nadie, aunque estuviera necesitado; los hermanos que llegaron de Macedonia atendieron a mis necesidades.

Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada.

Por la verdad de Cristo que hay en mi: nadie en toda Grecia me quitará esta satisfacción.

¿Por qué?, ¿porque no os quiero? Bien sabe Dios que no es así.

 

Salmo de hoy

Salmo 110,1-2.3-4.7-8 R/. Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor.

 

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.

Esplendor y belleza son su obra,
su justicia dura por siempre.
Ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R/.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,7-15

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:

“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos han ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Reflexión

Este pasaje contiene la oración más conocida del cristianismo, pero también una de las más exigentes cuando se toma en serio. 

Jesús nos enseña a orar, no repitiendo fórmulas vacías, sino hablando con el Padre con verdad. Y no cualquier oración, sino la que resume todo el Evangelio: el Padrenuestro. No es una cadena mágica, ni un amuleto. Es un compromiso de vida.

Decimos: “Hágase tu voluntad”, pero vivimos peleando con Dios cuando no hace lo que queremos. Pedimos “el pan de cada día”, pero no lo compartimos cuando nos sobra. Decimos “perdona nuestras ofensas”, pero seguimos recordando las heridas que otros nos causaron. ¿Qué sentido tiene repetir palabras si el corazón sigue igual?

Esta oración no se reza solo con la boca. Se vive. Se demuestra en los gestos, en las decisiones, en los actos de cada jornada. Jesús no nos enseñó a pedir milagros, sino a vivir con humildad, con dependencia del Padre, con confianza total.

Y al final, pone un énfasis que no podemos pasar por alto: “Si ustedes no perdonan, tampoco el Padre los perdonará.” Es una advertencia seria. El perdón no es una opción decorativa, es una condición del alma dispuesta a recibir la gracia.

Este evangelio no es para repetirlo automáticamente. Es para que nos transforme. Para que cada vez que digamos “Padre nuestro”, estemos diciendo también: “Acepto vivir como hijo tuyo, y actuar como hermano del otro, aunque me cueste.”

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *