La Iglesia cierra una era: rituales, favoritos y tensiones a horas del cónclave

Ciudad del Vaticano. Con un gesto simbólico tan solemne como definitivo, una artesana romana rompió ayer el anillo papal y los sellos oficiales del difunto pontífice Francisco. Fue el acto que cerró formalmente su pontificado y marcó la apertura canónica del proceso para elegir al próximo líder de la Iglesia católica. La orden fue dada por el camarlengo, monseñor Kevin Farrell, en cumplimiento del protocolo que separa con nitidez el tiempo del luto del tiempo de la sucesión.
Horas antes, se celebró la última de las congregaciones generales, en las que los cardenales electores —133 en total, todos menores de 80 años— intercambiaron impresiones, inquietudes y líneas maestras de cara al cónclave. Según fuentes presentes, el clima fue más de continuidad que de ruptura, con la mayoría abogando por consolidar las reformas emprendidas por Jorge Mario Bergoglio.
Un ritual que mezcla solemnidad, estrategia y blindaje total
Este martes, a las 10:30 a.m., la basílica de San Pedro acogerá la misa Pro eligendo Romano Pontifice, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. Será el último acto público antes de que los purpurados crucen las puertas de la Capilla Sixtina y, ya por la tarde, queden completamente incomunicados.
La procesión hacia el recinto votativo comenzará a las 16:30. Tras el ingreso, los cardenales prestarán juramento ante el Evangelio y escucharán el solemne “Extra omnes”, que marcará el cierre de puertas. A partir de ese momento, el mundo exterior quedará al margen.
Se prevé una primera votación esa misma noche, que podría concluir con humo negro. De ser así, el ritmo previsto es de cuatro votaciones diarias hasta alcanzar los dos tercios requeridos (89 votos). El sábado será un día de pausa y oración.
Muebles simples, medidas extremas
La Capilla Sixtina, joya artística de la cristiandad, ha sido adaptada con extrema discreción. Sillas de cerezo personalizadas con los nombres de los cardenales y mesas cubiertas por telas sobrias han sido dispuestas en dos niveles. Frente al altar mayor, bajo el Juicio Final de Miguel Ángel, se ha colocado una urna de madera para los votos y el atril sobre el cual cada purpurado jura en conciencia.
La seguridad y el aislamiento son totales. Los cardenales han sido alojados en la residencia Santa Marta y en un edificio anexo habilitado exclusivamente para el cónclave. Allí, todos los dispositivos electrónicos fueron requisados por la Gendarmería vaticana tras la última misa comunitaria. Además, el Governatorato ordenó cortar las señales móviles e incluso bloquear interferencias que pudieran llegar desde territorio italiano.
Todo el personal auxiliar —desde médicos hasta conductores— ha sido obligado a prestar juramento de secreto perpetuo. La maquinaria vaticana no deja cabos sueltos.
Dos nombres en la delantera… y varios al acecho
En cuanto al perfil del futuro Papa, las congregaciones han dejado claro que la mayoría no desea una marcha atrás, sino un sucesor que continúe lo iniciado por Francisco: mayor sinodalidad, lucha contra los abusos, transparencia financiera y compromiso con causas globales como la paz y el medioambiente.
En ese contexto, Pietro Parolin, actual secretario de Estado, parte con ventaja gracias a un bloque sólido de apoyos que, sin embargo, aún no alcanza los 89 votos necesarios. Su cercanía con África le ha sumado votos valiosos. Le sigue Luis Antonio Tagle, cardenal filipino que representa la opción asiática y que, pese a las críticas del sector conservador, mantiene respaldo firme.
Pero si ninguno logra consolidarse en las primeras rondas, podrían emerger candidaturas “de consenso”. Entre ellas: Robert Francis Prevost, con raíces latinas y buena acogida en Roma; Cristóbal López Romero, salesiano afincado en Marruecos; Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén; y Ángel Fernández Artime, rector mayor de los Salesianos.
También figuran nombres como Matteo Zuppi y Mario Grech, representantes de una Iglesia más dialogante, y pesos pesados como Jean-Claude Hollerich y Juan José Omella, que aunque no suenan como papables, podrían inclinar la balanza.
Entre la continuidad y la sorpresa
A pesar de algunas voces que piden un giro más conservador, el tono dominante es el de consolidar sin improvisar. Reformar sin dividir. El nombre del próximo Papa es aún una incógnita, pero el marco político y espiritual ya está trazado. Lo que sigue, tras los muros silenciosos del Vaticano, será una elección sellada por el ritual, la estrategia y el misterio.