Iglesia entre la luz y la sombra

Altares errados: la fe mal dirigida y sus consecuencias

«El que no conoce a Dios, en cualquier altar se hinca.» Esta frase popular, tan certera como punzante, encierra una verdad incómoda: cuando se ignora lo esencial, cualquier cosa puede parecer sagrada. Y no se trata solamente de religión. Se trata de la dirección que toma nuestra fe, nuestros valores y nuestra admiración.

Vivimos tiempos donde muchos, desconectados del verdadero sentido de la vida espiritual o de los principios morales más básicos, terminan elevando a categoría de “ídolo” todo aquello que brille un poco. Influencers vacíos, líderes corruptos, falsos profetas, figuras públicas disfrazadas de referentes éticos… Todos se convierten en altares improvisados para quienes carecen de discernimiento. Así, el que no conoce a Dios —o, en términos más amplios, no conoce la verdad, la justicia, el amor genuino— se postra ante lo que sea, sin filtros, sin análisis, sin conciencia.

Este fenómeno no es nuevo. En la Biblia, el pueblo de Israel, en ausencia de Moisés, hizo un becerro de oro. En la modernidad, ese becerro ha adoptado mil formas: dinero, fama, poder, ideologías ciegas. La ausencia de Dios —o, si se quiere, de una brújula interior bien calibrada— deja el alma a la deriva, y cualquier apariencia de firmeza se convierte en una tentación irresistible.

Pero hay una responsabilidad compartida. Porque no basta con señalar al que se hinca ante el altar equivocado: también hay que cuestionar a quienes construyen esos altares con astucia, sabiendo que hay masas confundidas dispuestas a adorar. El culto al ego, la manipulación emocional, los discursos carismáticos sin sustancia, todo forma parte del mismo engaño.

La solución no está en prohibir altares, sino en enseñar a identificar el verdadero. Conocer a Dios no es recitar fórmulas vacías, sino vivir con autenticidad, practicar la justicia, la misericordia, la humildad. Porque solo el que conoce a Dios —o, al menos, lo busca con sinceridad— no cae de rodillas ante lo banal.

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