Evangelio Diario

Evangelio del 13 de mayo del 2025 según san Juan 10, 22-30

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 11, 19-26

 

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.

Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor.

Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

 

Salmo de hoy

Salmo 86, 1-3, 4-5. 6-7 R/. Alabad al Señor, todas las naciones.

 

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios! R/.

«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí».
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado». R/.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti». R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 22-30

 

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Reflexión

Seguimos recorriendo estos días el camino del Buen Pastor, una imagen que no se queda en lo simbólico, sino que revela el modo concreto en que Dios se acerca: con cercanía, cuidado, fidelidad y ternura. Jesús no habla desde la distancia, sino como quien se involucra. Y lo deja claro: Él conoce a sus ovejas, y ellas escuchan su voz.

En medio de un mundo donde tantas voces compiten por nuestra atención —algunas seductoras, otras manipuladoras— reconocer la voz de Cristo exige sintonía interior. Su voz no se impone, pero tampoco se pierde. Está presente en lo simple, en lo verdadero, en lo que despierta vida. Escucharle es un acto de libertad. Seguirle, una respuesta de confianza.

Este evangelio nos recuerda algo profundo: nadie puede arrebatarnos de su mano. Lo que Él cuida, permanece. Lo que Él sostiene, no cae en el olvido. Nuestra seguridad no se basa en tener todo resuelto, sino en saber a quién pertenecemos. Él y el Padre son uno. Y quien se confía a Él no queda expuesto al azar ni a la desesperanza.

En estos días en que meditamos sobre el Buen Pastor, preguntémonos: ¿a quién estamos escuchando realmente? ¿A qué voz le damos autoridad sobre nuestros pasos, nuestras decisiones, nuestra identidad? Sólo la voz de Cristo ofrece pastos verdaderos, descanso profundo y una vida que no termina.

Y mientras contemplamos al Buen Pastor, también recordamos que ser oveja no es pasividad, es elección diaria de caminar tras sus huellas. Porque n o basta con conocer su voz; hay que seguirla con decisión, incluso cuando el camino cuesta. Ser parte del rebaño no es estar resguardado en masa, sino vivir con la certeza de ser amado personalmente, llamado por nombre, y enviado a pastorear también a otros con gestos de misericordia, escucha y entrega.

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