Evangelio con voz propia

Sepulcros blanqueados: cuando lo que brilla no es santidad, sino codicia bien maquillada (Mateo 23,27-28)

“Por fuera parecen justos, pero por dentro están llenos de hipocresía e injusticia”. No lo dijo ningún columnista rebelde. Lo dijo Jesús. Y lo dijo con un látigo verbal que aún resuena cada vez que alguien, desde un supuesto puesto de servicio dentro de la Iglesia, se dedica a engañar con sonrisa piadosa y bolsillos discretamente abultados.

Porque no se trata solo de hacer el bien. Se trata de hacerlo con limpieza de manos y de alma. ¿Qué mérito tiene organizar rifas, ferias y colectas para el templo, si al final una parte del “sacrificio” termina financiando otros intereses menos santos? No se puede hablar de comunidad mientras se aprovecha la confianza del pueblo para raspar la olla en silencio. Eso no es devoción. Eso es saqueo litúrgico.

Jesús llamó a estos personajes “sepulcros blanqueados”. Lucen impecables en reuniones, rezan fuerte cuando hay público, y reparten estampitas con la otra mano. Pero tras la fachada, la carcoma del egoísmo hace su trabajo. No faltan en consejos pastorales, asociaciones de fieles o grupos de apoyo, donde se disfrazan de pilares de la Iglesia, mientras operan como contadores de sí mismos.

Y lo más alarmante: muchos ni siquiera sienten culpa. Se convencen de que merecen su tajada, que “algo deben sacar por el esfuerzo”, como si evangelizar viniera con viáticos bajo la mesa. Hacen del bien un negocio, del altar una vitrina, y de la parroquia una pequeña empresa familiar. Luego se escandalizan si los jóvenes se alejan de la Iglesia… pero, ¿quién quiere formar parte de una comunidad donde el ejemplo más visible es el de la conveniencia disfrazada de entrega?

Jesús no tuvo piedad con los hipócritas. Tampoco la necesitamos nosotros cuando lo que está en juego es la credibilidad de la Iglesia.


El verdadero escándalo no es que se roben parte de lo recaudado, sino que se atrevan a hacerlo en nombre de Dios.
Porque en ese punto, ya no son sepulcros blanqueados: son tumbas abiertas donde la fe va a morir en silencio.

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