Evangelio del 16 de mayo del 2025 según san Juan 14, 1-6

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 26-33
En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga:
«Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar.
Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo:
“Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”».
Salmo de hoy
Salmo 2, 6-7. 8-9. 10-11 y 12a R/. Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy. R/.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza». R/.
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Reflexión
«No se turbe su corazón…». Así comienza este pasaje con una ternura que contrasta brutalmente con la forma en que, hoy, muchos corazones se agitan con cualquier cosa menos con lo que de verdad importa. Jesús invita a la confianza, a creer en Él y en el Padre. Pero en tiempos donde los discursos motivacionales y las promesas de prosperidad espiritual se venden como pastillas para el insomnio existencial, este texto se convierte en una bofetada de realidad.
Cristo no promete confort ni éxito, ni mucho menos atajos hacia la salvación. Habla de un camino. De uno solo. Y aquí empieza la molestia. Porque eso de que solo hay un camino, una verdad y una vida suena rudo en una sociedad que relativiza hasta el oxígeno. «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No es una sugerencia. Es una afirmación categórica. Pero ¿a cuántos les incomoda esa frase? Hoy se prefiere hablar de caminos alternativos, de mi verdad, de vivencias personales. Jesús se vuelve incómodo porque no deja margen para las excusas ni los rodeos emocionales que tanto gustan en las homilías dulzonas.
En el fondo, este pasaje no debería leerse como un consuelo ingenuo, sino como una provocación. Jesús no está diciendo “tranquilos, todo saldrá bien” como quien receta un pensamiento positivo; está señalando que la calma viene de la fidelidad, no de la evasión. Que la paz nace de seguirle, no de acomodar el Evangelio a los caprichos del momento.
Y por si fuera poco, lanza la sentencia final: «Nadie va al Padre si no es por mí». Nadie. No por influencers espirituales, ni por místicas de autoayuda ni por rituales de apariencias. Solo por Él.
¿Molesta? Seguramente. ¿Ofende a nuestra mentalidad moderna, tan autosuficiente como frágil? Sin duda. Pero ahí está. El que lo dijo no buscaba likes, buscaba conversión. Y eso, amigo lector, sí que escasea hoy.