León XIV: La paz como puente, la justicia como base y la verdad como camino

Católicos en Acción
En su reciente encuentro con la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, el Papa León XIV ofreció mucho más que un discurso protocolario. En medio de una humanidad marcada por polarizaciones, noticias falsas, tensiones geopolíticas y un sistema económico global fracturado, el Pontífice propuso —con la fuerza que da la coherencia evangélica— un itinerario claro: construir puentes desde la verdad, la justicia y la fraternidad, dando voz a los que casi nunca son escuchados.
Paz que se construye, no que se impone
Lejos de la ingenuidad o de las fórmulas estériles, León XIV insiste en que la paz no puede nacer del silencio impuesto ni de la indiferencia diplomática. Se construye. Y para ello, la Doctrina Social de la Iglesia debe ser herramienta viva, no museo de conceptos. Debe insertarse en las realidades concretas, donde la vida sangra: en las migraciones forzadas, el desempleo crónico, el descarte sistemático de los vulnerables, la destrucción ambiental.
El Papa retoma el lenguaje de puentes, en contraposición a los muros ideológicos, económicos y culturales. Y esos puentes no se edifican desde la comodidad de una oficina episcopal ni desde los centros de poder político-financiero, sino desde la escucha sincera de los pobres, de los marginados, de las periferias humanas y existenciales.
Justicia con rostro humano
El Santo Padre no se limita a denunciar. También diagnostica. Hoy —afirma con claridad— hay una sed de justicia, una necesidad de paternidad y maternidad, de vínculos auténticos, especialmente entre los jóvenes. Lo dice sin rodeos: la gobernanza global no puede reconstruirse sin ética, y sin una ética que brote de la dignidad humana. Los discursos vacíos y los diagnósticos tecnocráticos no bastan. Lo que urge es una acción solidaria que reconozca a cada ser humano como sujeto de derechos, no como cifra estadística.
Verdad como camino compartido
En uno de los pasajes más provocadores de su intervención, León XIV redefine el concepto de “doctrina”. No como una posesión dogmática, sino como camino compartido hacia la verdad. La Doctrina Social de la Iglesia, afirma, no impone soluciones, pero tampoco abdica de su deber de iluminar. No se trata de tener la última palabra, sino de abrir caminos para que muchos tengan la primera oportunidad de hablar.
En un mundo atravesado por una “policrisis” —como la describió Francisco— León XIV nos recuerda que el Evangelio no es una consigna piadosa, sino un proyecto de humanidad. La Iglesia, cuando es fiel a su misión, no se repliega en las sacristías ni se acomoda en el silencio; sale, escucha, denuncia, y construye. No para complacer, sino para transformar.
Y en tiempos donde muchos gritan y pocos escuchan, este llamado a construir desde la verdad, la justicia y la paz suena como un acto revolucionario. Uno que urge no dejar pasar.