Evangelio Diario

Evangelio del 19 de mayo según san Juan 14, 21-26

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 14, 5-18

 

En aquellos días, cuando en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y a Bernabé y apedrearlos; al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio.

Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta:
«Levántate, ponte derecho sobre tus pies».

El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia:
«Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos».

A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.

Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando y diciendo:
«Hombres, ¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición; os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia».

Con estas palabras, a dura penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un sacrificio.

 

Salmo de hoy

Salmo 113 B, 1-2. 3-4. 15-16 R/. No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria

 

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»? R/.

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas. R/.

Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 21-26

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»

Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Reflexión

“Amar a Dios no es repetir su nombre”

Evangelio según San Juan 14, 21-26

«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama», dice Jesús con la claridad que tanto molesta a los devotos de fachada. No habla de flores al altar, ni de lágrimas en misa, ni de cadenas de WhatsApp con oraciones. Habla de obedecer. Y eso es justo lo que muchos evitan.

Nos gusta un Dios que bendiga, que consuele, que entienda nuestros errores… pero que no se atreva a corregirnos. Amamos al Cristo que multiplica panes, pero no al que dice “guarda mis mandamientos”. Preferimos un Jesús emocional, no exigente. Un Espíritu Santo que inspire canciones, no que remueva conciencias.

Hoy se repite mucho que “Dios es amor”, pero se olvida lo que viene antes: que ese amor tiene una condición: vivir lo que Él enseñó. ¿Cuántos dicen amar a Dios, mientras hacen trampa en lo pequeño, desprecian al otro, calumnian, se aprovechan, y luego piden “una oración por la familia”?

El texto es brutalmente incómodo:
“El que no me ama, no guarda mis palabras”.
Y así se desploma toda la piedad maquillada, los gestos vacíos, los ritos sin vida. Amar a Dios no es repetir su nombre mil veces, sino vivir como Él manda. Y eso implica cargar con la cruz del compromiso, no sólo lucir el crucifijo colgado al pecho.

El Espíritu Santo que Jesús promete no es para adornar carismas, es para recordar lo que Él enseñó. No viene a inventar novedades ni a justificar caprichos personales disfrazados de “inspiración divina”. Viene a recordarnos que el Evangelio se vive o se traiciona. No hay término medio.

Así que menos palabrería y más coherencia. Porque Jesús no necesita fans… necesita discípulos.

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