Iglesia entre la luz y la sombra

Catequesis del papa León XIV: Jesucristo, el sembrador de esperanza

Redacción: Católicos en Acción

Ciudad del Vaticano. En su primera audiencia general, el papa León XIV ofreció una catequesis profundamente simbólica, marcada por la continuidad espiritual con su predecesor, el papa Francisco, y por una mirada esperanzadora hacia el futuro. Ante más de 40 mil fieles congregados en la plaza de San Pedro, el nuevo pontífice retomó el ciclo de catequesis jubilares sobre “Jesucristo, nuestra esperanza”, deteniéndose esta vez en la parábola del sembrador (Mt 13, 1-17), a la que definió como clave para comprender el conjunto de enseñanzas parabólicas de Jesús.

“Cada palabra del Evangelio es como una semilla que se arroja al terreno de nuestra vida”, dijo el papa. “Y aunque no siempre somos tierra fértil, Dios nunca deja de sembrar.”

El papa explicó que las parábolas no son simples relatos morales ni metáforas poéticas, sino herramientas que interpelan al corazón. A través de ellas, Jesús no solo enseñaba, sino que desafiaba al oyente a una reflexión personal: ¿qué me dice esta historia a mí? ¿Qué lugar ocupo dentro de ella?

En este contexto, la figura del sembrador cobra una fuerza particular. Se trata de un Dios que no calcula, que no selecciona el terreno más prometedor, sino que siembra con generosidad en todo tipo de suelo, incluso en aquellos aparentemente estériles. No es una acción impulsiva, explicó el papa, sino un acto de confianza desbordante. Así es el amor de Dios: no selectivo ni mezquino, sino gratuito y esperanzado.

León XIV destacó que cada uno de nosotros es ese terreno. A veces endurecido por la rutina, otras veces lleno de piedras o espinas, pero también capaz de abrirse y dar fruto. Lo importante no es el estado inicial del corazón, sino la disposición a dejarse transformar por la Palabra sembrada.

El papa también ofreció una meditación visual al referirse al cuadro de Van Gogh “El sembrador al atardecer”. En la obra, el sembrador aparece casi eclipsado por un sol dominante: símbolo de Dios, fuente de vida que sostiene la siembra incluso cuando el esfuerzo humano parece pequeño. Así actúa Dios, dijo León XIV, con poder oculto pero constante.

La parábola, además, no habla solo de nosotros como terreno: habla de Jesús mismo como semilla. Él es la Palabra que se entrega, que muere para dar fruto. La cruz es esa siembra suprema, el gesto de un Dios que se “desperdicia” por amor, confiando en que incluso lo más árido puede florecer.

“Dios confía y espera que tarde o temprano la semilla florezca”, insistió el papa. “No espera a que seamos el mejor terreno, siempre nos da generosamente su palabra.”

Al final de su catequesis, León XIV animó a los fieles a examinar el estado de su corazón, pero sin caer en la autocompasión. Porque la esperanza no radica en nuestras capacidades, sino en la paciencia misericordiosa de Dios. Él no se rinde. Y esa constancia divina es nuestra mayor oportunidad.


Editorial

Sembrar sin miedo: un gesto profético

Con esta catequesis inaugural, León XIV ha hecho más que hablar de una parábola. Ha sembrado, en la plaza de San Pedro y en millones de corazones, una declaración pastoral. Su Iglesia no será una institución que calcula el terreno ni una administración que mide resultados con lupa. Será una Iglesia sembradora, confiada en la fuerza del Evangelio y en la capacidad de cada corazón humano de responder.

En tiempos de superficialidad, de criterios de rendimiento, de abandono espiritual, que un papa hable de sembrar con derroche suena extraño. Pero ahí está el poder del gesto. Volver a lo esencial, a lo pequeño, a lo que crece lentamente. León XIV no propone recetas milagrosas ni reformas espectaculares. Propone volver a la lógica del Reino: confiar, amar, esperar.

Mientras tantos buscan estrategias para “hacer crecer la Iglesia”, él nos recuerda que quien hace crecer es Dios. Nosotros, si acaso, sembramos. Y a veces ni eso.

Desde Católicos en Acción acompañaremos cada paso de este pontificado que, si mantiene esta línea, preferirá caminar entre los surcos que gobernar desde las alturas. Porque la verdadera autoridad espiritual no se impone: se siembra.

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