Evangelio Diario

Evangelio del 22 de mayo del 2025 según san Juan 15, 9-11

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 15, 7-21

 

En aquellos días, después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:

«Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús».

Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron, Santiago tomó la palabra y dijo:

«Escuchadme, hermanos: Simón ha contado como Dios por primer vez se ha dignado escoger para su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:

«Después de esto volveré y levantaré de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre: lo dice el Señor, el que hace esto sea conocido desde antiguo».

Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que es leído cada sábado en las sinagogas».

 

Salmo de hoy

Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 10 R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente» R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-11

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

 

Reflexión

Juan 15, 9-11

“Permanecer en el amor que da alegría plena”

En este breve pero profundo pasaje del Evangelio de san Juan, Jesús nos revela el corazón de su relación con nosotros: un amor que nace del mismo amor que el Padre le tiene. No es un amor distante, teórico ni frágil. Es un amor que ha sido probado en la obediencia, en el servicio, en la cruz. Y lo más impresionante es que ese mismo amor con el que el Padre ama a Jesús, es el que Él ha decidido regalarnos a nosotros. Sin condiciones.

Pero esta declaración no queda en palabras dulces. Jesús añade un verbo que interpela: permaneced. No basta con recibir su amor una vez; se nos invita a vivir en él, a mantenernos firmes, a no salirnos de esa corriente de gracia que brota de su Corazón. ¿Y cómo se permanece en ese amor? No con emociones pasajeras ni con discursos bonitos, sino guardando sus mandamientos.

En un tiempo donde la obediencia suena anticuada y los mandamientos se consideran “opresivos”, Jesús nos recuerda que la verdadera libertad nace del amor fiel. Así como Él permaneció en el amor del Padre guardando su voluntad, nosotros somos llamados a hacer lo mismo. No se trata de una obediencia ciega, sino de una respuesta confiada. El amor no se impone, se elige.

Y aquí está el fruto que da sentido a todo: la alegría. Pero no cualquier alegría. Jesús quiere que su propia alegría esté en nosotros, y no a medias, sino en plenitud. Se trata de ese gozo profundo que no depende de las circunstancias, que sobrevive a las tormentas, porque nace de vivir en comunión con Dios. Es la alegría de saberse amado, acompañado y sostenido por Aquel que nunca falla.

Esta es una invitación directa: ¿estamos viviendo desde ese amor? ¿Estamos permaneciendo en Él o nos hemos alejado? ¿Nuestras decisiones, actitudes y relaciones están marcadas por el deseo de agradar al Señor?

Hoy, Jesús no nos habla de normas frías ni de cargas pesadas. Nos habla de amor, de fidelidad y de una alegría que el mundo no puede ofrecer. Él quiere vivir en nosotros, y que nosotros permanezcamos en Él. Ese es el secreto de una vida plena. No hay otro.

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