Evangelio del 28 de mayo del 2025 según san Juan 16, 12-15

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 17, 15. 22 — 18, 1
En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”.
Pues eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo.
De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”.
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».
Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
«De esto te oiremos hablar en otra ocasión».
Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.
Salmo de hoy
Salmo 148, 1bc-2. 11-12. 13. 14 R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R/.
Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños. R/.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.
Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».
Reflexión
Este pasaje de san Juan es, para muchos, una simple lectura bonita y reconfortante. Pero si lo leemos con ojos despiertos, también es una crítica implícita a nuestra arrogancia espiritual. Jesús dice claramente: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora”. Y aún así, hoy hay quienes se proclaman dueños de toda la verdad, intérpretes infalibles de lo divino, profetas de micrófono o de sotana, pontificando en nombre de un Dios que nunca se les reveló por completo.
Cristo no se lo dijo todo ni siquiera a sus discípulos más cercanos, y nosotros, con apenas un poco de teología de manual o un cursillo de fin de semana, nos atrevemos a sentenciar a los demás. Esta lectura es un llamado urgente a la humildad, pero también una denuncia a la soberbia disfrazada de fe.
El Espíritu de la verdad no se vende en redes sociales, ni se disfraza de influencer religioso. No grita, no se impone, no manipula. Habla de lo que oye del Padre y del Hijo, no de lo que inventa una mente inflada por el ego. La gran ironía es que muchos hablan en nombre del Espíritu, cuando en realidad lo callan con sus propios intereses, dogmatismos o agendas personales.
Jesús lo deja claro: el Espíritu glorifica al Hijo, no a las estructuras, ni a los egos clericales, ni a los grupos que se sienten más santos que el resto. Si lo que anunciamos no refleja al Cristo humilde, compasivo y veraz, entonces no viene del Espíritu, por más “palabrería piadosa” que usemos.
Aceptar que no estamos listos para ciertas verdades no es debilidad, es sabiduría. Lo verdaderamente triste es que muchos prefieren seguir ciegamente sus certezas antes que abrirse a la incómoda, pero liberadora, acción del Espíritu.
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