Evangelio del 30 de mayo según san Juan 16, 20-23a

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 18, 9-18
Cuando estaba Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión:
«No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano encima para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad».
Se quedó, pues, allí un año y medio, enseñando entre ellos la palabra de Dios.
Pero, siendo Gallón procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal diciendo:
«Este induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la ley».
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Gallón dijo a los judíos:
«Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros. Yo no quiero ser juez de esos asuntos».
Y les ordenó despejar el tribunal.
Entonces agarraron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal, sin que Galión se preocupara de ello.
Pablo se quedó allí todavía bastantes días; luego se despidió de los hermanos y se embarco para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se había hecho rapar la cabeza, porque había hecho un voto.
Salmo de hoy
Salmo 46, 2-3. 4-5. 6-7 R/. Dios es el rey del mundo
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.
Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado. R/.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 20-23a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».
Reflexión
“La tristeza que se transforma”
Este pasaje del Evangelio nos presenta un contraste profundo entre el sufrimiento y la esperanza, entre la tristeza pasajera y la alegría duradera que solo puede venir de Dios. Jesús no niega el dolor, al contrario, lo anticipa. Les habla con claridad a sus discípulos: “vosotros lloraréis”, pero también les da una promesa que desarma cualquier desesperanza: “vuestra tristeza se convertirá en alegría”.
En la vida, muchas veces experimentamos situaciones que nos desgarran, momentos en que el mundo parece celebrar mientras nosotros cargamos con el peso del silencio y la angustia. Esa sensación de aislamiento, de incomprensión frente al dolor propio, es algo que Jesús comprende y abraza con ternura. No promete evitarnos las lágrimas, pero sí transformarlas.
La comparación con el parto es profundamente reveladora. El sufrimiento tiene sentido cuando está unido al amor, cuando da fruto. Así como una madre olvida el dolor al tener en sus brazos a su hijo, también nosotros veremos que nuestras heridas, si se viven con fe, pueden ser fuente de vida nueva. Jesús no habla desde la teoría, sino desde su propia cruz.
La promesa final es conmovedora: “nadie os quitará vuestra alegría”. No es una alegría superficial ni dependiente de las circunstancias, sino una certeza que nace del encuentro con Cristo resucitado. Él vuelve, se deja ver, consuela, y esa presencia basta para hacer innecesarias las preguntas, porque el corazón queda saciado.
Hoy, si el dolor toca a nuestra puerta, recordemos que no es el final. La tristeza de ahora no es definitiva. En Dios, toda cruz puede dar paso a la alegría que no se borra.