Evangelio del 2 de junio según san Juan 16, 29-33

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 19, 1-8
Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó:
«¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?».
Contestaron:
«Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo».
Él les dijo:
«Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?».
Respondieron:
«El bautismo de Juan».
Pablo les dijo:
«Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús».
Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios, dialogando con ellos y tratando de persuadirlos.
Salmo de hoy
Salmo 67, 2-3. 4-5ac. 6-7ab R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios. R/.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad a su nombre;
su nombre es el Señor. R/.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús:
«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Les contestó Jesús:
«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Reflexión
En este pasaje, los discípulos creen haber alcanzado una comprensión plena de Jesús, como si de pronto todo encajara. Sin embargo, Él los confronta con una verdad más profunda: la fe verdadera no se demuestra solo con palabras de certeza, sino con fidelidad cuando llega la prueba.
Jesús no idealiza la condición humana. Sabe que, pese al entusiasmo inicial, los discípulos lo abandonarán. Y aun así, no los reprende con amargura, sino que los prepara con compasión. Les advierte que se dispersarán, que lo dejarán solo… pero aclara con firmeza: “No estoy solo, porque está conmigo el Padre.”
Este detalle es poderoso. Jesús acepta la soledad humana sin caer en la desesperanza, porque su vínculo con el Padre es absoluto. Desde ahí nos enseña dónde anclar nuestra paz. No en la ausencia de conflictos, sino en la certeza de una presencia que no abandona.
El mundo traerá luchas, dice. No lo niega ni lo suaviza. Pero inmediatamente da la clave: “Tened valor: yo he vencido al mundo.” Aquí no hay promesas vacías, sino una invitación a caminar con coraje sabiendo que, aunque parezca que el mal lleva la ventaja, la victoria de Cristo ya está escrita.
Esta lectura nos recuerda que la fe no es evitar el dolor, sino atravesarlo con esperanza. No es no sentirse solo, sino saber con certeza que nunca lo estamos.