Evangelio Diario

Evangelio del 9 de junio del 2025 según san Mateo 5, 13-16

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18-22

 

Hermanos:
¡Dios me es testigo!

La palabra que os dirigimos no es sí y no.

Pues el Hijo de Dios, Jesucristo, que fue anunciado entre vosotros por mí, por Silvano y por Timoteo, no fue si y no, sino que en él solo hubo sí. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su sí en el. Así por medio de él, decimos nuestro “Amén” a Dios, para gloria suya a través de nosotros.

Es Dios quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros; y además nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones.

 

Salmo de hoy

Salmo 118. R/. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

 

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma. R/.

La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.

Vuélvete a mí y ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre. R/.

Asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna maldad me domine. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-16

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Reflexión

«La sal desabrida y la luz escondida»

Decir que somos «la sal de la tierra» y «la luz del mundo» suena bonito en un cartel parroquial o en un retiro juvenil. Pero cuando se apaga la música y se terminan los aplausos, queda la pregunta incómoda: ¿qué sabor tiene hoy el cristiano promedio? ¿Qué ilumina realmente?

Jesús no fue con rodeos. Dijo que si la sal se vuelve insípida, no sirve ni para abono. Pero muchos creyentes han optado por ser sal baja en sodio, sin compromiso, sin riesgo, sin fuerza. Han diluido el Evangelio hasta volverlo políticamente correcto, religiosamente inofensivo y socialmente irrelevante. Han hecho del cristianismo una receta light, adaptada al gusto de cada época. El resultado: iglesias llenas de gente y vacías de testimonio.

¿Y qué decir de la luz? “No se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón”, dice el texto. Pero hoy preferimos brillar solo cuando no incomoda, cuando no denuncia, cuando no saca a relucir la hipocresía interna. Cuántos silencios cobardes se esconden detrás del “no es mi problema” o el “mejor no me meto”.

Esta lectura es un juicio directo a quienes han hecho del cristianismo un show de luces sin calor, una sal de apariencia que no conserva ni transforma. Una fe que no estremece ni provoca es sal sin sabor, luz sin voltaje, cruz sin Cristo.

Ser sal y luz no es un título honorífico. Es una misión que incomoda, que exige coherencia, que expone. Jesús no nos llamó a decorar el mundo, sino a sazonarlo y a encenderlo. Si no estamos dispuestos a eso, más nos vale dejar el puesto libre. Porque hay demasiadas tinieblas y muy poca luz con coraje. Demasiada apariencia… y muy poco Evangelio real.

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