Evangelio Diario

Evangelio del 10 de jubio del 2025 según san Mateo 5, 13-16

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18-22

 

Hermanos:
¡Dios me es testigo!

La palabra que os dirigimos no es sí y no.

Pues el Hijo de Dios, Jesucristo, que fue anunciado entre vosotros por mí, por Silvano y por Timoteo, no fue si y no, sino que en él solo hubo sí. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su sí en el. Así por medio de él, decimos nuestro “Amén” a Dios, para gloria suya a través de nosotros.

Es Dios quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros; y además nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones.

 

Salmo de hoy

Salmo 118. R/. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

 

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma. R/.

La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.

Vuélvete a mí y ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre. R/.

Asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna maldad me domine. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-16

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Reflexión

“Luz escondida y sal insípida: el cristianismo de los tibios”

Jesús no fue ambiguo: “Ustedes son la sal de la tierra… la luz del mundo”. No dijo que podrían serlo si tenían ganas o si el entorno ayudaba. No. Dijo que lo eran. Pero qué tragedia la nuestra: hemos convertido esas palabras en frases decorativas para murales y camisetas religiosas, mientras vivimos vidas tan grises como un muro de oficina pública en lunes.

Hoy hay muchos cristianos que no alumbran ni molestan. Gente que se derrite de emoción en retiros y congresos, pero que no enciende ni una vela cuando hay que denunciar una injusticia. Hablan del amor de Dios, pero no confrontan la mentira, no incomodan al poder, no desafían al sistema. Y claro, prefieren no hacerlo: no vaya a ser que pierdan seguidores o les cierren el grupo de WhatsApp.

Y ni hablemos de la sal: esa que debería dar sabor, purificar, preservar. ¿Dónde está esa sal cuando la corrupción se normaliza, cuando la fe se vuelve espectáculo, cuando el silencio cómplice se disfraza de prudencia? Esa sal se ha vuelto azúcar refinada, perfecta para adormecer conciencias, para endulzar discursos vacíos y justificar la mediocridad.

Jesús nos quiere sal que pique, luz que incomode, no cristianos que pasan desapercibidos como agua de arroz. Porque si la sal pierde su sabor, “ya no sirve para nada”, dice el Maestro. Nada. Ni para discursos motivacionales de domingo. Solo queda “tirarla y que la pisotee la gente”.

¿Será que ya nos estamos dejando pisotear? O peor aún: ¿será que lo merecemos?

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *