¿Dónde quedó el respeto por la vida?
La vida se ha vuelto estadística. No lloramos muertos, contamos cuerpos. En la calle, en las noticias, en nuestras propias comunidades, la violencia dejó de escandalizar. Nos estamos acostumbrando al horror.
Esta cultura que exalta el poder, la revancha, la indiferencia, está enfermando nuestra alma como sociedad. Creemos que tener es más importante que ser, y por eso matamos: por territorio, por venganza, por “ajuste de cuentas”.
Como católicos no podemos callar. La fe no es complicidad ni evasión. Jesucristo se puso del lado de las víctimas, tocó leprosos, lloró a Lázaro, defendió a la mujer acusada. Hoy también lloraría al ver que tantos niños crecen entre balas, que tantos ancianos mueren solos, que tantos gobernantes se lavan las manos.
“Pausa de fe” es eso: un alto en el camino. Un llamado a recuperar la humanidad que estamos perdiendo. El respeto por la vida no es una opción moral: es el fundamento del Evangelio.
