Evangelio Diario

Evangelio del 20 de junio del 2025 según San Mateo 6, 19-23

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,18.21b-30:

 

Hermanos:

Puesto que muchos se glorían de títulos humanos, también yo voy a gloriarme.

A lo que alguien se atreva – lo digo disparatando -, también me atrevo yo.

¿Que son hebreos? También yo; ¿Que son israelitas? También yo. ¿Que son descendientes de Abrahán? También yo. ¿Que son siervos de Cristo? Voy a decir un disparate: mucho más yo.

Más en fatigas, más en cárceles, muchísimo más en palizas y, frecuentemente, en peligros de muerte. De los judíos he recibido cinco veces los cuarenta azotes menos uno; tres veces he sido azotado con varas, una vez he sido lapidado, tres veces he naufragios y pasé una noche y un día en alta mar.

Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, peligros de bandoleros, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos, trabajo y agobio, sin dormir muchas veces, con hambre y sed, a menudo sin comer, con frío y sin ropa.

¿Quién enferma sin que yo enferme?; ¿Quién tropieza sin que yo me encienda?

Si hay que gloriarse, me gloriaré de lo que muestra mi debilidad.

 

Salmo de hoy

Salmo 33,2-3.4-5.6-7 R/. Dios libra a los justos de sus angustias.

 

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,19-23

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los roen, ni ladrones que abran boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».

Reflexión

Nos enfrenta el pasaje  con una decisión crucial: dónde estamos guardando lo que más valoramos. Jesús no habla de ahorro ni de bienes materiales como tales, sino de algo más profundo: el lugar del corazón.

Jesús sabe que el corazón humano se apega fácilmente a lo que brilla, a lo que da seguridad o poder. Por eso dice: “Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.” Lo que más cuidamos, lo que más nos cuesta soltar, revela lo que gobierna nuestro interior. Y ese tesoro puede ser dinero, sí… pero también orgullo, fama, control, comodidad o incluso una herida que no queremos soltar.

Cuando el alma vive enfocada en lo superficial, la mirada se enturbia. Perdemos la claridad, empezamos a justificar actitudes, a enredarnos en ambiciones, y poco a poco dejamos de ver a Dios en lo cotidiano. Por eso Jesús insiste: “La lámpara del cuerpo es el ojo.” Si hay luz dentro, todo se ilumina. Pero si dentro hay tinieblas, ni siquiera la Palabra de Dios logra calar.

Este evangelio nos llama a revisar prioridades. Porque en medio de tantas ofertas, promesas vacías y caminos fáciles, el discípulo no puede permitirse vivir distraído. Quien ha sido tocado por Cristo debe aprender a distinguir el brillo falso de la luz verdadera.

Solo lo que se construye con amor sincero, con entrega desinteresada, con fe vivida sin doble cara, permanece. Todo lo demás se oxida, se rompe, se pierde. Hoy más que nunca, urge que los creyentes no acumulen lo que el mundo celebra, sino lo que Dios espera: justicia, misericordia, humildad, verdad.

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