Evangelio Diario

Evangelio del 22 de junio del 2025 según San Lucas 9, 11b-17

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 12,1-9

 

En aquellos días, el Señor dijo a Abrán:
«Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.

Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y serás una bendición.

Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra».

Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abran tenia setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Abrán llevó consigo a Saray, su mujer, a Lot, su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Jarán, y salieron en dirección a Canaán.

Cuando llegaron a la tierra de Canaán, Abrán atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la encina de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos.

El Señor se apareció a Abrán y le dijo:
«A tu descendencia le daré esta tierra».

Él construyó allí un altar en honor del Señor, que se le había aparecido. Desde allí continuó hacia las montañas, al este de Betel, y plantó allí su tienda, con Betel a poniente y Ay a levante; construyó allí un altar al Señor e invocó el nombre del Señor. Abran se trasladó por etapas al Negueb.

 

Salmo de hoy

Salmo 32,12-13.18-19.20.22 R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

 

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,1-5

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano».

Reflexión

Jesús no se escapa del gentío. Los acoge, los sana y les habla del Reino. Pero cuando cae la tarde, aparece la lógica humana: “Despide a la gente…” Es el mismo razonamiento que sigue vigente: “no hay recursos”, “no alcanza”, “no es nuestro problema”. Pero Jesús interrumpe esa lógica con una frase que atraviesa los siglos: “Denles ustedes de comer.”

Esa orden no fue solo para los apóstoles. Es para toda la Iglesia. Cristo no nos pide que resolvamos todo, pero sí que pongamos lo que tenemos: cinco panes, dos peces, tiempo, entrega, creatividad, amor. Y Él se encargará del resto.

Este momento anuncia la Eucaristía. Porque el pan no se multiplica con magia, sino al partirse. Jesús no reparte desde lejos. Toma, bendice, parte y da. Ese es su estilo, y es el camino que nos deja: entregarse, no acumular; bendecir, no quejarse; partirse, no encerrarse.

Hoy más que nunca necesitamos este milagro. Porque el mundo está herido, hambriento de sentido, dividido por el egoísmo y la ambición. Y muchos han olvidado que la Eucaristía no es para los perfectos, sino para los que quieren ser transformados. Es medicina, no premio. Es compromiso, no costumbre.

Celebrar el Corpus Christi es confesar con los hechos que creemos en un Dios que se queda entre nosotros. Un Dios que no exige oro ni templos de mármol, sino almas que digan: “Aquí estoy. Soy poco, pero soy tuyo.”

Si cada creyente viviera lo que comulga, el mundo no sería el mismo. Porque el que ha probado el Pan de Vida, no puede vivir indiferente. El que ha recibido el Cuerpo de Cristo, no puede seguir ignorando el cuerpo herido del hermano.

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